Como ya les hemos contado varias veces que no creemos en las casualidades, es que nos cruzamos con su amistad en un momento muy especial para ambos, nosotros a punto de partir y ellos en un momento muy especial que muy pronto van a superar, como varias veces lo han hecho.
Conocimos a Christian cuando Libertad estaba en el taller, y nosotros reformándola. Él alquilaba una parte del galpón, al igual que nosotros, y conversábamos muy seguido.
Luego, él se mudó a un taller en Vicente Casares, se fue a vivir a Cañuelas, y desde entonces nos vimos pocas veces.
Cuando fuimos a Vicente Casares a hacerle unos arreglos mecánicos a Libertad, nos atrapó el lugar, y por ello decidimos terminar los arreglos restantes allí, donde amablemente Christian nos prestó sus instalaciones.
Entonces, comenzamos a vernos más seguido con Christian, Andrea (su esposa), Mikael y Katherina (sus hijos). Pareciera que nos conociéramos de toda la vida, lo único que nos apena que en breve nos alejaremos por un largo tiempo, pero ojalá que el destino nos cruce nuevamente, Dios sabrá como.
Y nos invitaron a su casa cañuelense, un lugar hermoso, en el medio del campo, donde se mudaron no hace mucho tiempo, que aún están adecuando a sus necesidades, un gran cambio de vida que eligieron para ellos y sus hijos, rodeados de naturaleza pura.
Fuimos una noche y pasamos unos días con el motorhome en borde del alambrado (no podíamos ingresar porque las calles eran de barro).
Caminamos por pleno campo, anduvimos en cuatriciclo, los chicos jugaron a la pelota, comimos pizza casera, y guiso; pero sobre todo, disfrutamos de momentos inolvidables junto a nuestros amigos, en la paz que brinda el campo.
¡Gracias por tantos momentos inolvidables, amigos! ¡Los queremos!